LUCHO BRAHIM Y LAS 5 VOCALES DEL ARTE
Posted: miércoles, 27 de octubre de 2010 by Isaias Romero P. in
Por: Renson Said Sepulveda
Para Pilar de Brahim
Lucho Brahim logró algo que parecía imposible: reunir a los artistas de la ciudad en torno a un proyecto común. Y como si esto fuera poco, logró ponerlos a todos de acuerdo. Y algo más: pudo hacer que trabajaran juntos. Ese proyecto que él llamó “Demolición”, y que no tiene antecedentes en Colombia, es una de las apuestas más hermosas y arriesgadas que ha visto la ciudad en muchas décadas en materia de arte. Un performance, un happening, un objet trouvé a gran escala, como usted quiera llamarlo (después de Marcel Duchamp sabemos que una obra de arte es lo que el artista califica como tal, así sea un pocillo, un botellero o una casa), pero lo cierto es que por primera vez en la ciudad se integró el arte, el espacio, el público. Y aunque parezca una grosera tautología, el arte reunió a los artistas. Y eso no es cualquier cosa.
Porque no hay un gremio más difícil que el de los artistas: pintores, músicos, escultores, muralistas, fotógrafos, etc. Todos ellos, con su sabiduría personal, compiten con la sabiduría del otro: porque todos son genios. De ahí las envidias y los celos: los complejos. Eso ha sido así a lo largo de la historia: cuando Cimabue y Giotto y más tarde Brunelleschi, y finalmente, Miguel Ángel, reinventaban la arquitectura y transformaban para siempre el paisaje enmarañado de la Edad Media en un jardín a la italiana, no faltó el crítico de la época que los señalara de cortesanos al servicio de la burguesía, cuando en realidad estaban inventando con sus manos maestras todo el enorme edificio estético del Renacimiento.
Igual pasa con los poetas. Y ni se diga de los columnistas. En fin: Lucho Brahim ha recibido toda clase de dardos venenosos sólo por hacer lo que a nadie se le ha ocurrido: tomar de lo que ya se ha hecho los materiales necesarios para adaptarlos a nuevas atmósferas y crear así lenguajes propios. Porque en el arte no hay nada nuevo (Picasso copiaba máscaras africanas y copiaba falsos Picassos): nada nuevo hay bajo el sol, recita con voz recia el Eclesiastés. Y en el arte no hay progresos, sino cambios.
Pero Lucho Brahim no sólo es el hombre de Demolición. También es un artista plástico con dominio del color y la atmósfera. En sus cuadros Lucho no intenta inventar la luz ni el color, sino un clima: el de su dolor y soledad, que es, en últimas, el clima de las grandes obras de arte. Por eso en sus cuadros (aparentemente simples) Lucho logra con un azul cobalto o un azul añil mostrar todas las complejidades y honduras del alma humana.
Es un artista, claro: inventa cosas que no existen en la naturaleza. Pero vive en constante demolición, porque sabe que esa es la única forma de reinventarse: construir sobre los escombros de su propia obra. Tal vez sea esa la diferencia con otros artistas: mientras los genios pontifican, Lucho está en su taller, con su overol, embadurnado de óleo, aprendiendo desde el comienzo las cinco vocales del arte.