Animal Planet
Posted: jueves, 29 de agosto de 2013 by Isaias Romero P. in
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Columna de respuesta a Carta enviada por el Alcalde Donamaris Ramírez al periódico La Opinión.
Columna Vía Libre
Por: Renson Said
El alcalde Donamaris me
dirige una carta en la que escupe, rebuzna, grazna, croa, ladra, y hasta …¿cómo
se llama el sonido que emiten los lobos? Ah, sí, guarrea. Y hasta
guarrea, pero también sisea, que es lo propio de las serpientes. Pero en
ningún momento refuta mi columna de la semana pasada. Tal vez no se la leyeron
y, como el alcalde es hormonal, salió escupiendo una larga lista de
estupideces. Dice, por ejemplo, que “por respeto a las enseñanzas de mis
mayores, que incluían todo tipo de comprensión, consideración y admiración
por la mujer, nada diré en contra de doña Elisa Montoya”
No respeta a Elisa
Montoya sino a “sus mayores”. Nunca había leído una frase tan machista. Por el
hecho de que Elisa Montoya sea mujer el alcalde la considera incapaz de asumir
un debate público sobre los asuntos públicos que envuelven al alcalde. Pero por
otro lado, Donamaris miente cuando rebuzna su “admiración por la mujer”. El
martes pasado las madres comunitarias le hicieron una manifestación frente a la
alcaldía porque quieren que el alcalde vaya a los barrios y sepa las
condiciones miserables en que viven. El alcalde las ignora. Son madres
cabeza de hogar que trabajan en guarderías, mujeres que viven de un salario
mínimo para sostener hogares que generalmente son numerosos. No solo escupe
sobre el honor y el respeto de las madres comunitarias, sino que además rebuzna
y grazna que es el lenguaje propio de los asnos y cuervos. Cría cuervos y te
sacaran los ojos, dice el conocido refrán. Y ahí están, las madres comunitarias
que votaron por Donamaris, sin ojos, y con la esperanza de obtener al menos una
de las 20 mil casas que prometió en campaña.
No creo que haya leído mi
columna, el señor alcalde, porque en su carta de respuesta (hay gente que
apesta incluso por escrito) el hedor de su talante lo enceguece. Yo
pregunté qué pasó con la camioneta Toyota Runner, modelo 2011, que heredó
de María Eugenia y que usó como trampolín para hacerle un juicio político. Una
camioneta que costó más de 160 millones de pesos y que prometió vender para,
con el dinero recaudado, construir escuelas a niños pobres. Resulta que la
camioneta no la vendió sino que la pintó de blanco y la mandó a blindar y ahora
se pasea en ella por las calles de la ciudad con la más absoluta impunidad. Yo pregunto
eso y él guarrea (que es como hacen los lobos cuando quieren atacar en gavilla)
diciendo que yo consumo sustancias alucinógenas. ¿Ve la diferencia? Su
respuesta no tiene nada que ver con mi pregunta. No me he metido en su vida
privada por dos razones: primero, porque no me importa. Y, segundo, porque ahí
espantan. Todo lo escrito es sobre sus actos públicos.
Pienso que el examen de
toxicología deberían hacérselo no al alcalde, ni a mí, sino a la carta que le
escribieron. Es una carta escrita con esquizofrenia paraniode, con delirios de
persecución, que es un síntoma que sufren todos los adictos. Y la ciudad sabe
que Donamaris es adicto al poder. El poder lo embriaga, lo vuelve lenguaraz,
bipolar, agresivo, mitómano, misógino, megalómano y gazmoño. Gazmoño, o sea, se
cree el santo que lleva un aura sobre la cabeza cuando aura es una hiena.
El problema del alcalde
es que todavía cree que está en las épocas en que animaba las fiestas de Macro
Efectus (chispún, chispún, chispún), con micrófono en mano (chispún, chispún,
chispsún), haciendo show (chispún, chispún, chispún). No ha
madurado. Y ahora viene a insultar a sus críticos. Un alcalde serio no
responde con carticas sino con obras. Un alcalde serio no gasta el presupuesto
municipal pagando anuncios publicitarios para cambiar la realidad, sino que
cambia la realidad pagando los salarios de los trabajadores.
Amenazó con demandarme
penalmente, ojalá, al menos, cumpla con eso, y no se esconda en su madriguera,
como hacen las víboras después de que escupen el veneno.