DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS
Posted: jueves, 17 de octubre de 2013 by Isaias Romero P. in
Columna Vía Libre
Por: Renson
Said
Voy
a decirlo de una vez para que no haya duda: mi oposición a los gobiernos de
turno, a las dictaduras militares o civiles, a las administraciones corruptas,
a la delincuencia política, a la mafia local, al contubernio entre la fuerza
pública y el paramilitarismo, incluso, mi oposición radical a la clase política
colombiana en su conjunto, tiene una razón más moral y cívica que ideológica.
La violencia paramilitar me parece tan repugnante como la guerrillera. Y la
violencia política tan nefasta como la política misma. Defiendo la libertad por
encima de cualquier doctrina partidista. Y más aún: me parece que la búsqueda
de la libertad (puesto que es algo que no existe en la naturaleza) es un deber
moral del hombre. Y de la mujer, claro, para ser políticamente correcto.
Hago
estas precisiones porque desde que escribo columnas de prensa me han señalado
de guerrillero (porque escribo sobre la alianza de la fuerza pública con el
paramilitarismo). Me han dicho paramilitar (porque escribo contra el secuestro
y los vejámenes de la guerrilla). Me han escupido por escrito, me han disparado
con un revolver vacío, me han demandado penalmente por injuria y calumnia, y
hasta hubo un columnista de este diario que se lució con una demanda tramposa
en la que me exigía 500 millones de pesos de indemnización y cárcel para
el columnista.
Todo
eso (y más) ha sucedido en mis 13 años como columnista, pero nunca nadie había
entrado a la fuerza a mi apartamento como sucedió el pasado 11 de octubre. No
sé quién pudo ser, ni qué buscaba, ni por orden de quién, ni para qué. Lo único
que sé es que cuando llegué al apartamento la puerta estaba violentada,
abierta, deslenguada. Revolcaron mi biblioteca y pisaron mis libros: Virgina
Woolf recibió una patada en la cara. A las hermanas Brontë les faltaron el
respeto. Una huella de zapato quedó en la mejilla de Henry Miller y James Joyce
perdió sus espejuelos. El pobre de Rimbaud quedó aplastado por la panza de
Balzac y Hemingway tuvo que tragarse su machismo cerril y dejarse apretar por Unamuno.
Creo
que el mensaje está claro: me quieren intimidar. Pero a nadie se le ha ocurrido
pensar que a mí me intimidan con el lenguaje y no con las agresiones. Un
argumento bien planteado, un texto bien escrito, una idea brillante expuesta
con sabiduría, un edificio verbal levantado con imaginación y solvencia me
intimida más que cualquier cosa y hasta logra el efecto que muchos quieren:
silenciarme.
Es
la razón, señoras y señores, la que debe dominar el debate y no las agresiones
físicas. La razón y no esa costumbre colombiana de judicializarlo todo, de
llevar todos los debates, incluso los académicos y culturales, a estrados
judiciales. Por eso no voy a denunciar a nadie. Creo en el poder del lenguaje y
en el uso de la razón para resolver los disensos.
No
me queda más que agradecer la solidaridad oportuna que recibí de la policía
metropolitana de Cúcuta, de Omar Javier García, de Cicerón Flórez, de Adip
Numa, de Patricia Giraldo. No me llamó José Obdulio, pero sí lo hizo el loco de
los potes. No me escribió Álvaro Uribe, pero sí recibí un correo de Wilfredo
Cañizares. Un rebelde con causa como Pacho Santos no se solidarizó conmigo pero
sí lo hizo mi mamá y mi hermana. Fidel Castro no escribió ningún artículo en
Granma, pero sí lo hizo Iván Gallo. Y esto, para mí, constituye una de las
formas supremas de la amistad, que es, en últimas, la razón
por la que uno escribe.
Dejo este comentario pues terminé "conociéndote" Gracias a una columna de Antonio Caballero en la Revista Semana en la que habla de lo que hicieron en tu apartamento. Te expreso todo mi apoyo y mi solidaridad, así sea desde el anonimato pues en este país es difícil dar la cara así como lo haces tú, por eso te admiro y te respeto, me has puesto a seguir leyendo tus escritos en este blog y he quedado sorprendido.
Una vez más te reitero todo mi apoyo, desde hoy te has ganado un lector más a pesar que no estoy en Cúcuta. Un gran abrazo te mando toda mi energía.